Plataformas de Clima y Naturaleza en América Latina y el Caribe
América Latina y El Caribe tienen la oportunidad de consolidar Plataformas de Clima y Naturaleza como instrumentos unificadores de las políticas para el desarrollo humano. 2024 es el año en que los países deben presentar su primer Reporte Bienal de Transparencia (BTR) tras cuatro años de implementación del Acuerdo de París, también se sostendrán los diálogos de expertos acerca de la Nueva Meta Global Cuantificada y Colectiva de Financiamiento Climático (NCQG), y la COP29 tiene el reto de concretar este nuevo objetivo. Se realizará la COP16 de Biodiversidad en Cali Colombia en donde se debe hacer seguimiento a la implementación del Marco Global adoptado en la COP15 y en paralelo a su presidencia del G20, Brasil prepara la COP30 de cambio climático en 2025.
La COP 28 de 2023 definió los principales elementos del Balance Mundial y los arreglos operacionales del Fondo de Perdidas y Daños. El periodo2024-2025 es definitivo en lo que nos queda de camino hacia el 2030, pues estos dos años son clave para el dialogo multilateral sobre acción climática, biodiversidad y la reforma del sistema financiero internacional. Los debates sobre la reforma de la arquitectura del financiamiento internacional suceden mientras:
- Se reporta una baja implementación de las NDCs
- Se intenta avanzar en Alianzas para la Transición Energética Justa (JETPs)
- Se deben presentar las Estrategia Nacionales de Biodiversidad y los Planes de Acción (NBSAPs)
La urgencia por conseguir los resultados esperados en 2024-2025 han expuesto la debilidad institucional en los países en desarrollo, así como el rol estratégico de las economías emergentes como catalizadoras de la acción en sus regiones. Por su parte el dialogo multilateral debe navegar un año atravesado por los conflictos en Europa del Este y Medio Oriente. Este delicado equilibrio ha revelado el potencial de las Plataformas de Clima y Naturaleza como mecanismo para cumplir las metas de los acuerdos multilaterales, estas plataformas permiten integrar y armonizar los esfuerzos en desarrollo humano a través de la alineación de las NDCS, los NBSAPs y los JETPs. Por su parte las estrategias de descarbonización y resiliencia de largo plazo pueden aportar la visión 2050 de estas plataformas.
Países como Panamá, Colombia, Costa Rica, Ecuador y Brasil han identificado un vínculo claro entre acción climática y naturaleza. La biodiversidad hoy es entendida como un recurso para adaptarse a los efectos del cambio climático, pues restaurar las funciones ecológicas principales en ecosistemas estratégicos es acción climática efectiva. Este vínculo se ve atravesado por los asuntos del ordenamiento del territorio alrededor del agua y la naturaleza en una región que hospeda ecosistemas únicos y es altamente vulnerables a inviernos y sequias. En estos territorios los usos del suelo para fines agropecuarios, la producción de biocombustibles y la masificación de granjas solares coexisten con el desarrollo cultural y económico de comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas.
Estas geografías en donde coexisten soluciones y problemas, causas y efectos de las crisis climática y de la biodiversidad se caracterizan por las dificultades de los Estados para hacer presencia y ofrecer garantías de bienestar y justicia social. En algunos casos en la región de América Latina y el Caribe, el sector de usos del suelo es también una fuente importante de emisiones de GEI y en las grandes extensiones de tierras productivas o conservadas convergen conflictos socioambientales críticos como la extracción ilegal de minerales, la producción de narcóticos, el desplazamiento forzado, la migración, el tráfico de especies exóticas o la persecución a lideres sociales y ambientales. Esto por mencionar algunos de los problemas complejos que acontecen en estos ecosistemas estratégicos.
Las NDCs en su forma actual son insuficientes, tanto individual como colectivamente, para lograr los objetivos del Acuerdo de París. Los NBSAPs están en proceso de ser construidos, los JEPTs son esfuerzos aislados por transformar algunas matrices emergenticas y las Estrategias de Largo Plazo LT-LEDS empiezan a diluirse como uno más de los instrumentos de política que los países deben presentar. Todos estos instrumentos terminan chocando contra el muro del financiamiento y la baja capacidad institucional para ejecutar los grandes programas transformacionales.
Parecieran ser muchos los instrumentos de política que buscan moldear un futuro justo, habitable y diverso en los países en desarrollo. Sin embargo, estos instrumentos de política enfrentan sin distinción una brecha zanjada por una baja implementación de las acciones, capacidad de estructuración de proyectos y disponibilidad de recursos públicos. El poco espacio fiscal y la generalizada debilidad institucional para generar confianza en la ciudadanía y en los inversionistas empiezan a posicionarse como características en la region.
La multiplicidad de tareas a lograr en 2024 y la necesidad de implementar políticas y acciones transformacionales ofrecen una oportunidad para plataformas de país integradoras. Estas Plataformas de Clima y Naturaleza deberían agrupar las acciones de las NDCs actualizadas, los NBSAPs y los JETPs. En un formato sólido, ambicioso y alcanzable, se deben respaldar las prioridades de desarrollo a largo plazo fijadas por las LT-LEDS e identificar flujos financieros suficientes . En este sentido podríamos pensar en Plataformas de Clima y Naturaleza que:
- Incorporen las necesidades en la reestructuración de la deuda
- El reconocimiento de la naturaleza y la biodiversidad en el ordenamiento del territorio
- La generación fuertes señales políticas y económicas para orientar las reformas en el sistema financiero internacional
La agenda del G20 y la COP16 son dos espacios clave para integrar los esfuerzos de la región e incidir positivamente en la agenda multilateral. Los países megadiversos, vulnerables y con voluntad política para enfrentar las crisis globales, tienen una oportunidad única para entregar al mundo sus Plataformas de Clima y Naturaleza entre 2024 y 2025.
El asunto del financiamiento
Por su parte el objetivo de financiamiento climático global ha girado alrededor de la meta de los 100 billones con muy escasos avances hacia esa movilización. Hay una altísima expectativa de lo que será la COP29 en Azerbaiyán y el NCQG. Por otro lado, la iniciativa de Bridgetown para la reforma de la arquitectura financiera global (2022) marcó el inicio de la conversación sobre la urgencia de esta transformación y se ha convertido en una voz global que naciera en El Caribe. La cumbre de París por un Nuevo Pacto Financiero Global para el Planeta y las Personas 4P (2023) citada por el presidente Francés es una primera respuesta desde los países desarrollados y el lanzamiento de la revisión global de expertos sobre deuda y naturaleza propuesta por Colombia, Kenia y Francia en la COP28 es una consecuencia de este diálogo.
Las plataformas de país tienen la oportunidad de estructurarse en el marco de las conversaciones sobre en dónde están, cómo se movilizarán, quien lo hará y cuándo estarán disponibles los recursos para cumplir con la agenda 2030.
2024 es un año marcado por la inestabilidad del sistema multilateral y en el que las tensiones diplomáticas dificultan la sostenibilidad de un entrono constructivo que se enfoque en resolver el asunto fundamental de los recursos. Por esta razón las reuniones de primavera del Banco Mundial, los avances en la reforma de las finanzas internacionales propuestos por el Team Europe, el marco de financiamiento al Fondo de Perdidas y Daños, y las cumbres globales y regionales sobre clima, naturaleza y finanzas publicas, nunca han tenido tanta relevancia. Necesitamos concertar plataformas capaces implementar acciones y buscar recursos en el sistema multilateral para transformar por ejemplo la cuenca del Pacífico, El Caribe, los Andes, la Amazonía o las planicies de la Orinoquía.
La conversación multilateral en foros climáticos, de biodiversidad y del financiamiento público han centrado sus mensajes en resolver los cuellos de botella a través de cambios estructurales y transformaciones en la gobernanza global. Estos cambios se deben traducir en la movilización de flujos financieros de manera consistente con las necesidades más urgentes de los países en desarrollo. Hay un camino avanzado en la construcción de un consenso multilateral que reconoce la necesidad de reconstruir la confianza y restablecer espacios fiscales consistentes con las inversiones necesarias para enfrentar las crisis globales. Por su parte la naturaleza se plantea como la base de las transformaciones económicas y de la consolidación de inversiones estratégicas de gran envergadura en corto plazo (del orden de trillones en una década).
La naturaleza es la vía para hacer frente de manera consistente a la triple crisis en una región que es fuente de soluciones para el mundo. 2024-2025 es un periodo de reforma de la política económica global y esta región puede incidir en que esta reforma ponga en el centro a las personas y a los ecosistemas más vulnerables.